A comienzos del siglo pasado se encontró el cuerpo de una chica en las aguas del río Sena, en París. No había rasgos de violencia, por lo que se asumió que se había quitado la vida.
Su identidad no pudo establecerse, y se hizo una máscara mortuoria, como era costumbre en estos casos. La delicada belleza de la joven, así como su etérea sonrisa, aumentaron el enigma de su muerte. Se empezaron a publicar historias románticas, que especulaban sobre este misterio. Una de ellas, que relataba un amor no correspondido, se hizo popular a lo largo de Europa, y también se extendieron las reproducciones de la mencionada máscara mortuoria.
Varias generaciones después, la Chica del sena sería redescubierta cuando Asmund S. Laerdal comenzó el desarrollo de un maniquí para practicar la respiración boca a boca de forma eficaz, y realista. Él creía que cuanto más real fuese el aspecto del maniquí, mayor sería la motivación de los estudiantes a aprender esta técnica. Motivado por la historia de la joven, trágicamente muerta a una temprana edad, él popularizó su máscara como la cara del nuevo maniquí que nacía, Resusci Anne.
Resusci Anne celebró su 60 cumpleaños el año 2020. Inspirada por la Chica del Sena, Resusci Anne se ha convertido en símbolo de vida para millones de personas alrededor del mundo, a las que ella ha ayudado a aprender las técnicas modernas de resucitación, como a aquellas a las que indirectamente ha ayudado a salvarse de una muerte innecesaria.
A continuación artículo publicado hoy en El Mercurio de Santiago – Chile.

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